El Valle de la Tierra era una zona remota, lejos de ciudades, sin zonas de campamento ni caminos de senderismo. Para los pocos habitantes de la zona, el día comenzó con la calma habitual. Como todas las mañana, los lengüetazos de Luna la despertaron apenas salió el sol. Bebió un café sentada en la puerta de la cabaña mientras la perrita comía sus croquetas. Aunque su trabajo era solitario, ser guardaparques tenía una gran ventaja: nadie la molestaba mientras desayunaba. La ambigüedad del silencio y los sonidos de la naturaleza, los primeros rayos de sol y la resaca de humedad ░