El día estaba oscuro. No era la primera vez. Cada mañana el sol brillaba un poco menos. Me desperté a primera hora. Tampoco era la primera vez. El insomnio no me dejaba en paz. Aún estaba en la cama, con los ojos cerrados, cuando el gato vino a pedir comida. Le había dado la noche anterior, es decir, unas pocas horas atrás. Pero su pedido era más bien una muestra de poder que de hambre. No sabía lo que era tener hambre real. De hecho, no sabía nada del mundo real y su funcionamiento. Era un pequeño ser confinado en ░