¡Oh, no, un cometa! Aplica maniobras evasivas para esquivarlo o quedate un rato leyendo lo que trae en esta ocasión…

Pocas veces nos percatamos que vivimos en un artificio. Que todo lo que nos rodea es un remix que le hacemos a la misma naturaleza y la evolución de forma consciente e inconsciente. Que hoy día llegamos a ser entramado entre nuestra propia materia y la tecnología que creamos y que nos crea. 

Pero en un escalón más profundo y un poco más sutil, está el sentido. La tecnología más sofisticada que tenemos, nuestro intelecto, es quien se encarga de hacerlo realidad: si no pudieramos producir pensamientos ni pensarnos a nosotros mismos como individuos y como universo ¿qué o quiénes seríamos? 

Esto da la pauta de que desde la percepción creamos nuestro entorno. Y no tenemos pruebas (sí muchas dudas) de que exista una sola materialidad objetiva. Así volvemos a la idea de que la realidad es un artilugio de nuesta mente que nos permite crear sentido y sobrevivir en este universo de materia y energía fluctuante. 

Y sin todo eso, seríamos átomos circulando por el espacio tiempo como peces dejándose llevar por las corrientes marinas. Pero no es el caso. Y como no lo es, y además tenemos esta capacidad de pensarnos, nos surgen preguntas. 

Yo me considero una persona espiritual. Lejos del misticismo y las doctrinas, para mí la espiritualidad es ese camino interior hacia una comprensión de lo que somos, de lo que nos supera, más allá de nuestras limitaciones actuales.

Limitaciones que podrían traducirse como estadío evolutivo, conocimiento teórico-práctico del universo y de nuestros propios mecanismos internos, avance tecnológico, momento histórico, etc. El punto es nunca dejar de cuestionarse, porque creer en una verdad absoluta sería aceptar que existe una entidad superior que puede dar validez a esa premisa. 

Por eso, lejos de toda obviedad, me gusta pensar en la ciencia como una religión más. Una avalada y con un método replicable por casi cualquier persona de este planeta. No obstante, al final del día, no deja de ser un sistema de creencias con el cual podemos estar de acuerdo o no.

Lamentablemente, este espíritu progresivo de la ciencia, a veces se pierde con sentimentalistas que desean no corromper la forma actual de la misma y eligen seguir creyendo ideas obsoletas. La ciencia como dogma es incompatible consigo misma y no funciona. Como no funciona con nada.

¿Dónde entra la ciencia ficción en todo esto? La posibilidad de hacernos preguntas, generar conocimiento y reflexionar sobre nosotros mismos abre las puertas al mundo de la fantasía y la ficción en todos sus géneros. En resumen y en muchos de los casos, la ciencia ficción, especula sobre el lugar en el universo de la especie humana, que se podría pensar como el sentido de 💫todo esto💫. 

Quizás parezca que leyendo, mirando o escribiendo ciencia ficción, no estemos aportando un cambio concreto en nuestra sociedad. Sin embargo, si las bases de este mundo artificial e inventado están en nuestra mente de forma colectiva, nos abre algunas puertas de reflexión que son pilares para la comprensión final de nuestra especie: 

🪶 Observar dónde y quiénes estamos. 

🪶 Reflexionar sobre nuestro lugar en el universo. 

🪶 Meditar sobre nuestra propia esencia. 

Y todo esto, en mi humilde opinión, es la espiritualidad.

Esta entrada no forma parte de nuestra colección antropológica principal, sino de la serie Cometa (). La serie ☄ es un archivo de escritos de forma ensayística y subjetiva sobre diversos tópicos de calidad meramente humana.