Corría lo que en ese lugar se denominaba el año 1245 y Xalbert estaba frustrada por lo lento que evolucionaba ese mundo en el había ido a parar. Aún no existía un medio de comunicación lo suficientemente sofisticado para conectar dos o más masas de tierra dentro del mismo planeta, menos lo había para comunicarse con el exterior. Tenía mucho trabajo que hacer, pero la especie que la hospedaba tenía cierto rechazo aún por el avance tecnológico. Sabía que no podía interponerse con el desarrollo natural de la civilización así que esperó pacientemente. Otros 500 años.

El tiempo pasó dentro de todo rápido. Vio muchas cosas irrelevantes y registró muchas otras que fueron enviadas como material antropológico a Xarce 15, su hogar. Lo que más le sorprendió es que dentro de todos los eventos presenciados había uno que se repetía constantemente: las guerras. Éstas eran conflictos entre distintas facciones dentro del territorio total del planeta que desencadenaban en actos violentos y de destrucción masiva de seres. Otra cosa que le asombraba de éstos hechos era que en general el fin era la redistribución simbólica de estas tierras y, aparentemente, no había ninguna objeción contra la auto destrucción de la especie. 

Llegó el afamado siglo 18 y Xalbert residía sola en una isla muy pequeña del mar Caribe que ella misma bautizó como Saint-Usto que se vio obligada a destruir luego de su partida por el despliegue tecnológico que había realizado. Sabía que iba a ser un error si esos seres con una conciencia individual semi desarrollada encontraban tales dispositivos. Así que luego de 700 años observando por la mira de un ultrascopio la Tierra y a los humanos, decidió tomar acción. 

Si algo le fascinaba de ese planeta eran los espejos, una tecnología capaz de reflejar la imagen propia a semejanza. Los xarcianos tenían la capacidad biológica intrínseca de autopercibirse y autocomprenderse física y psíquicamente sin necesidad de ningún artilugio. Encontraba muy curioso que los humanos hayan tardado más en desarrollar tecnología para comunicarse entre ellos mismos que artefactos narcisistas. Aunque tenía sentido, al fin y al cambo eran -aún- sociedades mindividuales. 

De hecho, los xarcianos no eran muy distintos de los humanos en lo que respecta al plano material. Poseían, en su mayoría, formas humanoides. Había algunas excepciones, debido a los experimentos genéticos del milenio anterior que había dejado a un fragmento de la población como organismos unicelulares con multi conciencia. Es decir, había un sub grupo de xarcianos que vivían en comunidad e interconectados compartiendo varias conciencias entre sí y enviando esta información a través de un único cuerpo en común. Como es de esperarse, este cuerpo era multiforma y podía adaptarse a semejanza de su interlocutor, para facilitar la comunicación. 

Xalbert, era el fenotipo de xarciana del hemisferio sur. Su coraza externa era blanda, de tonos blancos tornasolados que a la luz de las estrellas podía percibirse un dejo celeste. Tenía cinco extremidades, lo que los humanos llamarían una cabeza, dos piernas y dos brazos, con seis micro extremidades en cuatro de ellas. Al final de cada extremidad, la coraza se volvía más dura y menos sensible. Esto le permitía sujetarse a casi cualquier superficie, mientras que el resto de su suave coraza le otorgaba sensibilidad al ambiente. 

Su órgano central del sistema nervioso estaba en el centro de su cuerpo. Desde allí nacían todas las ramificaciones hacía cada extremo que traían y llevaban la información que absorbía del exterior. Anteriormente, cuando éste órgano no estaba desarrollado, los xarcianos contaban con una especie de estómago para ingerir nutrientes. Con el paso del tiempo y su evolución natural, este órgano quedó reducido a una simple bolsa que aloja los nutrientes sobrantes a modo de resguardo. 

En cuanto a la comunicación con otros de su especie y de otras, la cabeza era la extremidad crucial. Desde allí surgía todo lo relativo al lenguaje y la conciencia. Por fuera, era muy similar a la de un terrícola cualquiera, dos ojos, una boca, algo que podría simular una nariz pero más angosta y cuatro orejas, dos de cada lado. Lo que no poseían era cabello de ningún tipo. No lo necesitaban y lo veían como un estorbo. Es más, en Xarce 12, hubo una época en que si un nuevo ser llegaba con siguiera un sólo vello, era eliminado. Por suerte, esos tiempos habían quedado atrás hacía muchos eones. 

Dentro de su propio sistema de comunicación yacía el núcleo de este y de su existencia. Para los xarcianos el sentido de la vida era comunicarse con todo lo que fuese posible, tanto interno como externo a ellos. Esto les permitía comprender la naturaleza de las cosas y del universo. A su órgano comunicacional lo llamaban el núcleo. Era un trozo de carne hipersensible y de largo alcance. Era un sistema muy delicado de conexiones que partían de allí hacía el resto del cuerpo finalizando en las extremidades. Había tantas conexiones que los humanos de esa época no hubiesen podido comprender, eran más que los digitos en una cadena ADN humana. Esto no era azaroso, millones de años de evolución enfocadas en un mismo objetivo común: la comprensión. 

Como Xalbert era especialista en esto, sabía que no podía pasearse por la Tierra con su apariencia xarciana, y además, no utilizaba telas para cubrirse como en el caso de los terrícolas. Encima, sabía que ni las hembras de la especie ni los rasgos de feminidad eran vistos como símbolo de poder en esa época. Así que, gracias a la tecnología que disponía de su planeta, se infiltró en un hombre humano de ciertas características que consideró que le iban a ser útiles para lograr sus propósitos: tez clara en etapa pre adulta residente de un territorio dominante. 

Por primera vez en 700 años emprendió el viaje de una interacción directa con los seres humanos. No sería Xalbert XX Ydaarfa III Looktap quien lo hiciera, sino que lo haría a través del humano Michael Faraday. A los humanos siempres les había fascinado este sujeto. Esto ella ya lo sabía porque la percepción del tiempo de los xarcianos era un tema muy complejo, aunque definitivamente una ventaja. 

El pobre Michael, joven de tan solo 14 años, estaba trabajando en una encuadernación cuando de pronto dejó de ser el mismo. Una densa nube de disconformidad irrumpió en su cerebro mientras estaba absorto en su labor y, de repente, todo su mundo se redujo a un ínfimo punto en el espacio. Ya no estaba en su cuerpo, ni en su mente, ni en ninguno de sus planos de existencia. Dónde estaba no había respuestas, tampoco había preguntas. No había que nada que entender, la tridimensionalidad quedó fuera de campo de percepciones. Y allí vagó indiferentemente por un no-tiempo.

Mientras tanto, el cuerpo del niño yacía en el piso con el libro presionando su pecho. Tosió fuertemente y despertó como si se estuviera despertando de una siesta eterna. Inhaló fuertemente, pero toda esa entrada repentina de óxigeno le impactó directamente en su sistema nervioso y se desmayó nuevamente. Al rato volvió a despertar, tosió y respiró con tranquilidad. Se repuso, tomó nuevamente el libro y continuó su trabajo. Pero ya no era el joven Michael. 

Continuará


Aún seguimos en proceso de traducción de esta historia rescatada de Xarce 15. Por favor, sepa comprender.