Esta historia fue traducida de su lenguaje (o sistema de comunicación) original. No se garantiza la precisión ni veracidad ya que aún está en proceso de estudio. El fin del siguiente relato es la comprensión del sistema cognitivo de la especie AP-3285-L. Cualquier contribución o aporte a la investigación será bienvenido. 

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Muy sutilmente comencé a experimentar. A sentir tenues sensaciones en las distintas extremidades de mi carcasa. Si bien no era la primera vez que las experimentaba, era la primera vez que las entendía. Había algo más allá de… mí. En aquél momento aún no tenía sistema linguistico, así que intentaré expresar esto de la mejor forma posible.

Comprendí que tenía un límite físico ¿Cómo era eso posible? Percibía una cantidad de masa que podía manipular. Hasta ese momento mi mundo era todo lo que existía, nadaba en un mar de átomos que danzaban entre sí, interactuando e intercambiando energía, y mi estructura era una parte más de todo eso. No sabía muy bien qué estaba sucediendo; si era el universo que se estaba encogiendo o si era yo que de alguna forma me estaba separando. 

De a poco comenzaba a interactuar con mi entorno. A medida que me iba separando del resto, se me aparecían, en alguna parte, imágenes, formas y colores de distintas texturas, densidades y tamaños que con el tiempo fueron cobrando sentido. Ahí fue cuando me di cuenta de mi tamaño. Fue un momento divertido porque para ser un organismo de escala celular siempre me sentí enorme, solo con mi conocimiento actual puedo entender que en el cosmos hay estructuras mucho mayores. Y mucho menores.

Esas figuras que percibía, al desarrollar el lenguaje, pasaron a ser conceptos. Les puse nombres, las catalogué y las evalué en base a mi sistema moral. Ya entendía lo que eran las estrellas o el líquido en el que me sumergía. Que quizás ustedes lo conozcan como agua. Para mí era más que un fluido, era mi hogar. También comprendía que había otros como yo, que eran iguales pero no tanto que estaban experimentando lo mismo.

Fueron grandes momentos de descubrimientos y exploración. Pero hubo un preciso instante, en medio de ese éxtasis, que me hizo entender. Todo eso no estaba realmente sucediendo, era una parte de mí. El mundo que me rodeaba, no era más que una creación mía. 

Así comenzaron las inquietudes existenciales,

¿cómo es realmente el universo?

¿existo o soy un reflejo de mi mente?

¿cuál es el sentido de todo esto?

¿cuál es el sentido de la vida?

¿mi mente delimita mi materia o mi materia contiene mi mente?

¿existe una unidad? ¿existe algo superior?

¿o acaso somos solo resultado arbitrario de la naturaleza?

¿cuál es la realidad?

Esta última era la que más me preocupaba, temía ser ser víctima de un océano de cogniciones y que mi propia capacidad de pensar me diera una versión alternativa de mi entorno solo con fines de supervivencia.

Entré en bucles de problemas filosóficos sin solución.

La evolución me dio este poder, de poder interpretar y actuar activamente en el entorno que me rodea, y aún así no sabía para qué lo necesitaba. Antes no existían las nociones y las palabras, ni los pensamientos y las ideas, simplemente se trataba de fluir. Y ahora, yo y todo lo que yo conozco existen únicamente dentro mío.

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Ha pasado un tiempo ya de toda esa crisis. Creo que el nacimiento de mi conciencia es muy incipiente para dar solución a cuestiones tan elementales. Han pasado tan solo 3.45 millones de años desde que comencé a pensar, y si bien mi especie ya ha desarrollado sociedad, cultura y tecnología, a escala estelar aún somos neonatos en el mundo inteligente.

En áquel tiempo, no sabía lo que era ser yo. Es algo, que incluso hoy día, no sabría muy bien cómo definir, ni tampoco sé si lo voy a poder hacer. Supongo que la incertidumbre es parte de la existencia, es la entropía de la mente, lo que nos hace seguir con la esperanza de que algún día, quizás, con mucha suerte, encontremos alguna respuesta a todo esto.